miércoles, 23 de marzo de 2011

“Vacuna contra la infelicidad”

Una sociedad que quiere crecer, prosperar y evolucionar sabe que tal proceso depende en gran medida de la educación enfocada a las personas que la integran. Hoy en día se asume por tanto la importancia de formarse como algo casi vital para avanzar en la vida pero… ¿es suficiente? ¿Lo estamos haciendo bien?

 Hemos olvidado que el ser humano ¡necesita! (tanto como la educación) ser feliz. En una sociedad con nuestros logros científicos cabe preguntarse: ¿Cómo es que aún no hemos descubierto la "Vacuna contra la Infelicidad"?


  

Podríamos decir que los resultados en nuestro país, para qué irnos más lejos… a nivel cultural por ejemplo, dejan mucho que desear. Pero… ¿Quién tiene la culpa? nos preguntamos a menudo. Quizá no sea cuestión de buscar responsables si no de encontrar dónde están los fallos, de preguntarnos en qué nos hemos equivocado ¡todos! No hay que olvidar que en la educación de las personas que conformarán la sociedad del mañana, influyen de igual modo dos pilares pedagógicos importantes: el que da el colegio o centro de formación y el que da la familia.
Puede que el sistema educativo no sea el ideal o el que más desearíamos para nuestros hijos, pero es que hoy en día, con el nivel y ritmo de vida que llevamos, este segundo pilar que es la familia está bastante “tocado” La educación de una persona es (y todos los que desempeñen este papel lo saben de primera mano) la tarea más compleja que puede albergar la vida… ¿Dónde hemos fallado entonces? Seguramente la balanza no se incline de un lado (educación familiar- educación escolar) más que de otro, porque en general fallan los dos.
La evolución de los últimos siglos hizo ver que el aprendizaje de las personas era como el avance de la sociedad: industrial. Para ello había que despersonalizar al individuo, todo tiene que convertirse en un conjunto de funcionamiento automático. Sociedad y educación pasan por un proceso de racionalización. El aprendizaje se convierte en un hecho puramente racional. Esa misma industrialización social “exige” a las familias alcanzar un nivel económico y estatus social acorde a los nuevos cánones.
Hombres y mujeres trabajan fuera de casa para sustentar a la familia, sufragar gastos derivados del consumo habitual, nuevos lujos, etc. La falta de tiempo por parte de las familias en la crianza de sus hijos, hace que inconscientemente se “delegue” la educación de los mismos en los centros escolares. Pero si lo que estos ofrecen es un sistema despersonalizado, acorde al avance socioeconómico, tenemos como resultado un conjunto de sistemas y cambios que probablemente, como estamos viendo, no funcionen.
La consecuencia más evidente es una sociedad disconforme, apática y sin ilusión por el futuro. Y… ¿no debería ser al contrario? Vivimos en la sociedad de la información, una sociedad llena de ventajas, nuevos retos y oportunidades a nuestro alcance. Quizá ¿no lo vemos? O no nos han enseñado… El valor de cada persona reside en sus diferencias con respecto a los demás, uno le aporta a otros algo nuevo, algo que quizá los demás no saben o no tienen. Por ello es de suma importancia personal y social que cada individuo se desarrolle desde el inicio de manera plena e independiente.
Así todos nos convertimos en piezas esenciales para la sociedad. Personas probablemente realizadas con cosas que aportarle al conjunto social. Personas más felices que desempeñen tareas acordes con lo que se es, personas que aprovechen al máximo su potencial como individuo. Ello exigiría un gran cambio social, un compromiso individual y colectivo. Un nuevo planteamiento de valores que nos permitan aprender a ser felices y desarrollarnos al cien por cien. ¿Estamos entonces realmente dispuestos a ser felices…? O tendremos que inventar otra nueva vacuna, esta vez contra la Infelicidad.

* Enlace de interés:  www.elsapunset.com/articulos/info/libros-5-a/

Libro: BRÚJULA PARA NAVEGANTES EMOCIONALES.
 




martes, 22 de marzo de 2011

¿REALMENTE VEMOS CON LOS OJOS O CON EL CEREBRO?


Antes creíamos que todo lo que pasaba fuera, a nuestro alrededor, era más importante que lo que pasaba dentro de nosotros mismos. Un nuevo modelo de ciencia (Mecánica Cuántica) dice: lo que nos pasa dentro, crea lo que está fuera...¿Quién es entonces el que ve? ¿El cerebro o los ojos? Ahora sabemos que el cerebro no diferencia exterior de interior, lo que ve, de lo que recuerda...




Estudios científicos revelaron un experimento que puede hacernos cambiar nuestra idea de realidad. En él se monitorizaban las ondas cerebrales de una persona que miraba un objeto. Las señales captadas se enviaban a una computadora electroencefa-lográfica, que registraba cómo se iluminaban unas áreas del cerebro determinadas. En una segunda parte del experimento la persona cerraba los ojos, tenía que pensar en el mismo objeto. La sorpresa vino cuando se registraron las mismas áreas del cerebro iluminadas... Surgió entonces la pregunta de si realmente vemos con los ojos o con el cerebro.

Para comprender el proceso cerebral de visión un poco mejor, diremos que el ojo tiene unos movimientos automáticos que se producen de manera continua, llamados movimientos sacádicos oculares. Para verlos en nosotros mismos solo tendríamos que mirarnos en un espejo. Primero fijaríamos la vista en uno de nuestros ojos y después en el otro. El resultado es que ¡no podemos ver cómo se mueven nuestros propios ojos! por tanto, la información entre un movimiento y otro no es procesada. Es decir, que sólo podríamos llegar a ver las imágenes: anterior y posterior, no el "movimiento borroso" que hay entre medias. Así que para componer los detalles de una escena, el cerebro completa la información visual que falta o como dice la Mecánica Cuántica: crea la realidad que vemos…
Tal afirmación abre un amplio debate acerca de lo que llamamos realidad. Ahora que además sabemos que el cerebro no diferencia exterior de interior, lo que ve, de lo que recuerda... es hora de preguntarnos: la realidad es... ¿Lo que ven los ojos? ¿O lo que el cerebro crea...?